Hace ya más de un año, tras unos meses trabajando en el departamento de marketing de mi empresa, la misma decidió hacerme tarjetas profesionales para poder realizar intercambios en distintos eventos. En ellas, aparte de mi nombre y mi contacto, se añadió mi nuevo puesto de trabajo. Me comunicaron que, a partir de ese momento, pasaba a ser Inbound Marketing Manager. No soy muy fan de los conceptos abstractos y que huelen a humo, así que me puse manos a la obra para descifrar el significado de la nomenclatura que me acaban de asignar.
Conocía las diferencias entre inbound y outbound pero no entendía muy bien cómo se aplicaría al tipo de trabajo que realizaba en la empresa. Investigué un poco y pronto entendí el concepto y me gustó. Y me sigue gustando.
El Inbound Marketing no es propiamente una técnica sino más bien una metodología que coordina diversas técnicas de marketing. Se basa, según nos cuenta Inboundcycle, en 5 pilares: atracción de tráfico web, conversión, automatización del marketing, fidelización y sincronización. Son 5 acciones que me resultan un tanto superficiales y poco atractivas pero no me ocurre lo mismo con el proceso que se debe seguir para llegar a ellas. Estamos acostumbrados a nombrar estas 5 acciones pero a menudo lo hacemos como si de conceptos vacíos se tratasen. No soporto ese vacío.
De alguna forma, esta metodología persigue aplicar tácticas de marketing que logren que los clientes lleguen a nosotros y nos encuentren sin recurrir a la compra de espacios publicitarios. Se trata pues, de una metodología menos agresiva y que procede de forma natural y sobre todo mediante la generación de contenidos.
Las estrategias y formas de aplicar esta modalidad de marketing son casi infinitas con lo que se requiere cierta creatividad acompañada de una adecuada planificación para conseguir atraer nuevos clientes y mantener los existentes. Y es que los consumidores están acostumbrados a que se les venda algo y, de cada vez más, huyen de las técnicas tradicionales de venta. Los consumidores no buscan, por ejemplo, que en las redes sociales se les venda un producto; buscan diálogo, conversación y contenido sincero de alto valor.
Inbound vs. Outbound
Tradicionalmente, las empresas han estado aplicando el “marketing de toda la vida”, ése mismo al que ahora llamamos Outbound. Últimamente se habla más de Inbound, como he comentado anteriormente, debido al cambio de comportamiento de los consumidores.
Podríamos diferenciar ambas modalidades diciendo que el Outbound aplica técnicas más directas que interrumpen al consumidor. En cambio, el Inbound actúa desde atrás y de una forma más indirecta. Es aquí donde yo entro en juego.
Recalcar también que trabajar en el lado Inbound de una empresa requiere cierta paciencia. Los resultados no son inmediatos y a muchos aun les cuesta medir, evaluar y valorar los recursos que se necesitan para llevarlo a cabo.
Trabajar en esta área me resulta cómodo pues se adapta, a la perfección, a lo que es mi personalidad: una hormiguita constante y persistente capaz de definir objetivos a corto, medio y largo plazo y cumplirlos sin perder la motivación por el camino. Además, como se actúa desde el back permite a las personas más tímidas y discretas actuar libremente sin las presiones y nervios que implica trabajar en el front.
De la teoría a la práctica
Normalmente, cuando tratamos de aplicar la teoría a la realidad topamos con diversos obstáculos. Desde siempre me ha gustado el mundo del marketing aunque reconozco que nunca me he formado específica y estrictamente en ello. Soy de las que piensan que necesitamos saber un poco de todo para aplicarlo a lo que, podríamos denominar, nuestra especialidad. Lo que quiero decir con eso es que me gustan los escenarios transversales, ésos que permiten aplicar al campo de las letras un poco de ciencia.
Si me centro en lo que es mi trabajo, admito que no es ciencia directamente lo que aplico. Pero si dedico el tiempo suficiente a investigar lo que ya existe y a continuación me esfuerzo en aplicarlo al sector al que me dedico, obtengo algo novedoso. En eso consiste gran parte de mi trabajo. Leer, relacionar y escribir. Y el valor añadido reside en esa relación de conceptos que convierte la redacción en algo nuevo y singular.
A veces no hace falta ser tan creativo e innovador. A veces basta con tener claros dos conceptos y contar con la capacidad para relacionarlos. Me gusta relacionar conceptos, me entretiene, me hace pensar y me permite mantener mi mente activa y actualizada. Es una buena forma de compaginar mi trabajo con mi eterna curiosidad.
La red está plagada de artículos y posts que marcan pautas de cómo escribir y cómo hacer más atractivas las publicaciones. Pues bien, casi todos coinciden en que “el contenido es el rey” pero a menudo pareciera que les apuntan con una pistola para que lo digan ya que casi siempre terminan adulando otras acciones complementarias y, para mí, menos importantes. Y es que tras afirmar una verdad casi incuestionable (Content is king) añaden otras pautas dónde indican cómo aplicar técnicas que permiten tener más visibilidad y conseguir un mayor posicionamiento. Y yo me pregunto: ¿Para qué necesito esas técnicas si soy incapaz de generar contenido periódico de calidad?
Lo que necesitamos, los que nos dedicamos a generar contenido, es pensar y saber escribir, no cometer faltas ortográficas ni plasmar incoherencias y tener buenas ideas que nos permitan redactar un texto que finalmente resulte atractivo al lector. Ya habrá tiempo para adornar el texto con limitados trucos que dicen ayudar a posicionarnos. Si uno es capaz de escribir un texto realmente bueno, será capaz de adornarlo y, permitidme que me atreva a decir que, a veces, no hará ni falta.
Por ejemplo, me resulta curioso que al postular a alguna oferta de trabajo relacionada con las tareas que acabo de comentar, las aptitudes que se exigen tengan que ver con SEO, SEM, conocimiento avanzado de redes sociales, etc. Pocos exigen que el candidato tenga sentido común, capacidad de relación, conocimiento real del sector y cierta facilidad para redactar algo decente.
Estas últimas características son las que realmente son difíciles de conseguir. Podemos posicionar un artículo y hacer que aparezca en primera posición cuando alguien realiza una búsqueda en Google pero no servirá de nada si no somos capaces de retenerlo y acertar con el contenido que le estamos ofreciendo.
Y ya para terminar, no quería dejar de comentar la importancia que considero que tiene el hecho de mantener un equilibrio entre el diseño, el contenido y la estructura de la web. El diseñador web, el gestor de contenidos y el programador deben mantener una buena relación en todo momento y alinear objetivos, tarea más que complicada en la vida real. Se requiere sintonía entre estos 3 actores, además de coordinación con los objetivos fijados desde arriba y, por desgracia, ésa es una difícil combinación. Gran parte de los esfuerzos deberán dirigirse a conseguir este equilibrio.
Imagen post: Lluís Vicenç (sense temps per a res!)
Imgen destacada: Dimas_