Una española en Talca

9 Mar

Puedo escribir tres meses sobre Talca, el tiempo exacto que viví ahí. Ni más ni menos. Si voy a hablar de Talca tendré que organizarme un poco. Dividiré el tetxo en 4 partes: la ciudad, la noche talquina, la jerga chilena y la gastronomía.

Talca, la ciudad.
Yo, una chica medio española de la Europa ocidental, lo primero que busco en una ciudad es la plaza principal. En España acostumbra a ser siempre “Plaza España”. En Chile por lo que vi podría traducirse por la “Plaza de armas”. Casi todas las ciudades chilenas lucen una Plaza de armas y coincide en ser la plaza más céntrica. No en todas las ciudades chilenas, pero sí en Talca, las calles reciben el nombre de números. Por ejemplo, recuerdo que el Balmaceda estaba en la 2 Oriente. Me pareció curioso. Aprendí que Chile se divide por regiones. Talca está en la VII región, y ésta se llama Maule. En mi estancia coincidí con la Fital que suele celebrarse a finales de marzo. Me llamó la atención el nombre que tienen allá los buses: micros. Y también el sistema de los colectivos. Los colectivos son como taxis pero más baratos y siempre hacen el mismo recorrido. Pude subir al cerro de la vírgen y divisar toda la ciudad desde ahí. Muy bonito. Y al bajar me paré a tomar una cañita a orillas del río claro (que no es tan claro como dice su nombre). Es muy tranquilo y agradable. Me gustaba ir a pasear por la 1Oriente, ir a ver a los artesanos. Conseguí que uno de ellos me vendiera un trocito de piedra cruz. Y también logré hacerme con kultrunes y varias joyas procedentes de los mapuches.

La noche talquina.
Después de algunos días en esta ciudad, empecé a montarme la noche. Entre semana solía ir al Tatoha a tomar una birra. Aunque ahí no tenían las que me gustaban. Creo recordar que solo había dos marcas donde elegir: Brahma y Becker. Según me han dicho ahora ya son tres. Aún así iba porque me gustó el rollo del bar y la música. Me quedé con el detalle de que cada silla tiene un nombre: el mejor, el tonto, el rey, etc… Alguna vez fui al Balmaceda, pero nunca fue mi preferido. Está bien la terraza que hay atrás, que no sé si siempre la abren. Música y birras. Los baños no eran muy higiénicos. Pero tenían Heineken. Cuando quería ir más de tranquis, me iba al Embrujo. Un lugar tranquilo, con música y televisión donde salían vídeos, rollo MTV. Una vez tomé el típico Pisco-sour. Todas las otras veces me decanté por la Caipirinha que te hacía el barman casi delante de ti. Riquísima. Intentaba ir antes de las 22:00 para pillar el happy hour y así tomarme dos. Te lo traen acompañado de palomitas. Rico rico, como diría Arguiñano. Existe también, justo detrás del Embrujo otro local llamado Pura candela. El mismo personal del Embrujo pero al ritmo de salsa. La gente más animada sale a bailar. Sólo estuve en una discoteca. El Loft. Siempre coincidió que las chicas entraban gratis así que nunca pagué para entrar. No estaba mal el sitio pero no me acostumbré nunca al dj. Se dedicaba a interrumpir toda canción que sonara o le daba por cantarla él. Patético para mi gusto. Me gustó ir a tomar cañas a la Leonera. Quizás es mejor ir a media tarde. Se siente bien uno entre plantas y enredaderas. Un toque exótico. Fue la primera vez que prové el ají. Y creo que no hubo más veces. Me arrepentí un poco de habérmelo comido. Picaaa! En realidad no fue la única vez que tomé. Se me ocurrió en Castro confundir el ketchup con el ají… No coments! Una noche fui a un local llamado Cuete rojo. Tomé una piscola y recuerdo que había música en vivo. Versiones de Sabina, Maná y Calamaro. Entretenido.

La jerga chilena.
Es lógico pensar que me sorprendió el cambio de acento. Rápidamente distinguí un chileno de un argentino. Creanme que no es tan común saber éso como se pueden pensar. Pero yo pronto lo aprendí. Y según mis amigos, al volver a casa, hablaba catalán con acento chileno. Terminaba mis frases con “po”. Ya no me atrevía a “coger” los buses. Dejé de comer aguacates y empecé a comer paltas. Me olvidé de los melocotones y los llamé duraznos. Hay muchísimas palabras nuevas que aprendí esos meses. Guata (barriga). Panqueque (crépe). Closet (armario). Bacán ( guay). Mina (chica). Tía (vieja). Papas ( patatas). Manjar (dulce de leche). Piola (guay). Pasto (césped). Huaso (de pueblo). Fome (aburrido). Aros (pendientes). Sin olvidarme del término “hueón” y todos sus derivados. No conozco chileno menor de 30 años que no úse esa palabra en una de cada dos frases. Tampoco conozco tanto chileno como para generalizar… Pero me huelo que es bastante común. También aprendí algunos insultos pero mejor no publicarlos. Me fijé en la terminación del verbo en la segunda persona del singular. Tiende a termninar en -ai, -ei. Por ejemplo, comei, hablai, tocai, etc… Me entretiene escuchar a un chileno hablar. Alguna vez me enamoró y todo.

Gastronomía.
Fue evidente que no me privé de nada. Pues en tres meses gané 5 kilos. Entre empanadas y cuchuflís. Conocí los famosos completos, aunque no pude comparar mucho. Donde disfruté fue en La fuente germana. Me comí el sanwich más grande y rico de mi vida. Debo reconocer que los restaurantes chinos de Talca son mucho mejores que los de mi ciudad. En Talca si pides un plato de pollo con almendras sientes el sabor a pollo. Genial! Me aficioné al Chancho en piedra y al poche de frutillas de las Viejas cochinas. Bueno, bonito y barato. Descubrí los crépes (panqueques) del Cafe al grano. No desperdicié ni una oportunidad de tomar jugo de frutas, ya que estaban riquísimos. La única pizza que comí fue la del Pirandelo y no me desagradó nada. Una vez fui a comprar pan en un lugar escondido al lado del rio. Excelente pan. Alguna vez salí a pasear por el centro. Se me ocurrió desayunar en un lugar llamado La Papa. Nunca más comería algo ahí. El servicio fue pésimo y la comida también. Lo único que valió la pena fueron los baños: muchos espejos y limpios. Pude en una ocasión catar un Carmenere. Ya que estaba en una región conocida también por su buen vino. Descubrí la cerveza Kunstmann, nunca dejé de tomarla. Igual tomé más de una piscola también. Cada cosa en el escenario que merecía. Comer y beber, esos meses, fue un placer.

3 thoughts on “Una española en Talca

  1. Cati, pero si la guindilla es igual de picante q el aji, no es pa tanto… hay eso si muchos tipos de ajíes, como el llamado “putamadre” o el famoso “cacho de cabra”, q dicen q pica como “diaulo”… jajaja! saludos. Oye, y puse unos trabajos q estoy haciendo pa vender en Flickr (www.flickr.com/photos/looking_clau). Beso, nos vemos. Clau

  2. Muy entretenido tu post, a pesar que vivo en Constitución, (90 km a la costa de Talca), estudié 5 años (claro que muchos años atrás) y me encantó como retrataste el lugar.

    saludos

  3. Grata sorpresa la de trobar el teu espai! Deman disculpes per la tardança, no tornarà a passar.
    Gent jove amb formació i inquietuds és garantia de futur. Sort en tot allò que facis!

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