Tienes un mensaje. Tu movil te avisa de que has recibido un sms. Ya conoces el sonido. Tu mente oye ése sonido y reconoce inmediatamente qué significa. Siempre esperas la mejor noticia. En los segundos previos a descubrir lo que pone el sms, te pasan mil posibilidades de quién podría ser. Qué podrá contarte. Cuando ya automáticamente has descartado posibilidades. Y has elegido qué es lo que más te gustaría recibir. Decides leerlo. Ansiosa. Descubres lo que pone. Aquí empiezan las pequeñas decepciones. Publicidad. El compi de turno que te propone un cambio que te va fatal pero le debes una. El jefe comunicándote que el finde no vas a librar. O cualquier cosa que, justamente, eras incapaz de imaginarte. Te sientes idiota al haber dedicado esos segundos a crear una falsa hipotesis. Es absurdo pero, a menudo, es así. Igual pasa cuando suena el teléfono. Bueno, hoy en día no tanto porque en la mayoría de teléfonos ya sale el número que llama. Pero igual te quedas embobada y dices: ¿si? ¿digame? Y la última persona que esperas está al otro lado del teléfono. Sin quererlo te decepciona y dices: ” ah, eres tu…” Y no os cuento con los mails… Aquí y apuedes esperar de todo. Yo a veces hago apuestas conmigo misma. ¿Cuántos mails spam recibiré en una noche que no consulte el correo? 30? 40? 50?! Suelo acertar.
Bienvenidos a la realidad! Y gracias por las sorpresas! Casi siempre son bienvenidas!
Tienes un mensaje.
28
May