El sábado pasado salimos a cenar. Nuestra intención era picar algo, tomar unas cañas y después salir un rato de fiesta. Decidimos no planear dónde ir a cenar. Aparcamos en el puerto de Palma y, al azar, nos decantamos por un bar que lleva por nombre “El del medio“. Está situado en el puerto, pegado a varios bares de fiesta como Marcafé, Buda, Sarandonga, etc…
Podríamos decir que es el único bar de esa zona dónde ofrecen comida. Pero la verdad es que vale la pena subir las escaleras y llegar al centro comercial de Porto Pí, dónde podremos encontrar más oferta de restaurantes y seguramente serán mejores que el bar que meciono hoy. Lo único que destaca, a mi modo de ver, es la cercanía al lugar dónde muchos empiezan la fiesta. Por lo demás, me decepcionó bastante. Nadie me dijo que fiera rico, pero pintaba mucho mejor de lo que fue.
Para empezar, el camarero nos comunica que la mitad de la carta no está disponible. Dejando la carta un tanto corta. Ensaladas, burritos o sandwiches fueron las opciones. Nos decantamos por un sandwich. Cuando llegó pensé que era la tapa que venía con la caña. Pero no era así. Resultó ser el sandwich más soso y pequeño que nunca haya comido. No iba acompañado de nada, ni unas olivitas ni nada.
Yo siempre digo lo mismo: cuesta poco satisfacer al cliente, de hecho, es complicado no satisfacerlo. Si en el plato que me trajeron le hubieran añadido unas patatas, o aceitunas o lo que sea, cualquier cosa, aunque fuera solo para alegrar el plato. Existen platos tristes y platos alegres. Ese sin duda era muy triste. Tanto que cuando terminé podía volver a empezar. Para ser fiel a mi opinión me negué a pedir otro plato. Hubiera sido contradictivo y seguro que tampoco me hubiera quedado del todo satisfecha.
A veces, los platos delatan el interés del cocinero o del jefe del local. Está claro que en El del medio no les interesa que los clientes coman, o al menos, que coman mucho… Tampoco les interesa que el lugar sea conocido por comer bién. Me despistan hasta el punto de no saber cuál es el objetivo de su existencia. Por colmo, me atreví a pedir la carta de vinos, ya que después de cenar nos apetecía una copita de un vino fresquito. El camarero confesó que no existía tal carta y nos informó que tenían un vino tinto, otro rosado y otro blanco. No supo decirnos nada más del vino y, obviamente, no me convenció. Así que pedimos la cuenta y nos fuimos.
Por cierto, las aceras del puerto están llenas de cucarachas. Ni siquiera eso consiguió amargarnos la noche, pues salimos de fiesta y lo pasamos bién. Hicimos de la mala experiencia una anécdota de la que pronto empezamos a bromear, eso sí, con la ayuda de unas copichuelas…
No he encontrado información alguna sobre este bar. Ni siquiera lo encontré en Cómete Mallorca, que siempre encuentro el restaurante que busco. Pero no me extrañaría que nadie se haya preocupado de escribir sobre este bar. Y no me parece raro que los dueños no se hayan visto tentados de promocionarse en la web. Pero, en mi blog, siempre suelo hacer crítica de los restaurantes, bares y terrazas que visito. Y este bar no podía faltar en la lista negra.