Hecho de menos la ciudad y esto no significa que no me guste vivir en un pueblo.
El otro día tenía una cena en Palma y llegué un poco antes de lo previsto. Así que me puse a pasear por Las Ramblas. Era el día antes de San Valentín y se celebraba, también, el Carnaval. En Las Ramblas se respiraba vida. Estaba lleno de gente. Unos iban disfrazados, otros paseaban, otros regresaban a casa después de un arduo día de trabajo (sí, los hay que trabajan en sábado).
Hacía frío, mucho frío. El día anterior, muchos habíamos amanecido rodeados de nieve. Aún duraba ese frío helado mezclado con kilos de humedad. Pero igual era agradable andar por la calle.
Recordé que antes lo hacía día sí, día no. Salía a pasear con mi música y observaba todo cuanto mis ojos me dejaban. Lo hacía en invierno y en verano.
Ahora no tengo tiempo y además no me cae cerca ni de paso. Pero como iba diciendo al principio, hecho de menos el centro de la ciudad. Añoro oler las calles de la urbe, ver escaparates, el ruido de los autobuses y respirar los aires salinos.
Ansío tener pronto unos días libres para poder caminar un rato por esos rincones mágicos del casco antiguo de Palma. Si puede ser con unos rayos cálidos de sol, mucho mejor. Solo se trata de un poco de nostalgia urbana…