Ya terminaron las fiestas patrias. Y con ellas se van las cuecas, el trago y el exceso de comida. Pasé mi primer “18” en Chile. Y no ha estado nada mal. He comido ricas empanadas hechas por Julio, mi suegro. He comido asado y he tomado unas cuantas piscolas.
Han sido como 4 días de fiesta general. La gente parecía alegre y orgullosa de ser chilena. La gente se sintió, como dicen los comerciales, más chilena que nunca. Eso es bueno, o no. La verdad es que hasta yo, si me lo permiten, me sentí chilena. Descubrí el patriotismo que hay en este país.
Llega el 18 y todas las casas DEBEN colgar los colores de su tierra. Todas las casas están obligadas a colgar la bandera chilena. En caso contrario recibirían una sanción. La mayoría de los chilenos con los que he hablado se sienten orgullosos de hacer este acto. No lo sienten como una obligación. Lo sienten como un tradicional orgullo. A mi me parece una obligación con aires antiguos y restos dictadores. Me encanta ver las casas tan coloridas pero me parece atroz que hoy en día sea motivo de multa no colgar una bandera. Sería más bonito que toda la gente lo hiciera de forma voluntaria. Tendría valores más reales y verdaderos. No me imagino que pasaría en España si obligaran a todo el país a colgar la bandera española. La polémica sería enorme y a saber con qué terminaría dicha orden.
Con las fiestas ha llegado, también, el calor. Damos la bienvenida a la primavera. Los paltos (árboles que dan aguacates) ya sacan flor. En la parra ya se asoman algunos brotes verdes. Y en general, el jardín empieza a florecer. Me alegro de, al fin, poder disfrutar del buen tiempo.
Hoy, lunes, el país cambia de cara. La gente madrugó y salió a trabajar. Todo vuelve a la normalidad.
Foto: warkoholicTM