Nunca me ha gustado el mundo del ejército. Nunca he conocido sus jerarquías ni sus absurdos protocolos. Este verano he descubierto el mundo de las series y ya son unas cuantas las que intento seguir. Una de ellas, la que menos me llamaba la atención, fue Army wives. La empecé a ver y, finalmente, me enganché.
Me gustó, precisamente, porque la serie se centra en las consecuencias que sufren las familias de las personas que están metidas en este mundo. Parece que la mayoría de las personas alistadas en el ejército son hombres y, a menudo, estos hombres tienen esposas e hijos. La serie cuenta cómo deben vivir los familiares. La mujer que decide casarse con un miembro del ejército no solo se casa con un hombre, se casa también con una institución.
En la serie, cada esposa intenta mantener su profesión pero no siempre es fácil. Las esposas e hijos deben someterse al estrcito protocolo que el ejérito exige y, a veces, eso implica no poder llevar una vida del todo libre. No siempre pueden elegir sus amistades. La imágen de la familia unida y sometida al “hombre de la casa” se muestra esencial.
Una vez más, se demuestra que no son pocas las instituciones que se rigen por valores machistas y existen, aún, mujeres dispuestas a someterse al predominio de un hombre, de una institución.