¿Habeis visto el nuevo comercial de Renfe? Yo creo que da para comentar…
Me gusta y no me gusta. Por una parte nos enseña la cara tierna de un abuelo que se siente orgulloso de su nieto porque éste será maquinista, como él lo fue. ¿Cuánto vale hacer a un abuelo feliz? No tiene precio. Muchos tenemos en cuenta la opinión de los seres queridos a la hora de tomar una decisión difícil. Podemos hacer daño a los demás aunque no nos demos cuenta y no sea directamente. ¿Y hasta qué punto vale la pena? Es complicado. En teoría, no tendría que interferir. Un hijo tendría que poder decidir qué hacer con su vida sin contemplar daños colaterales ya que éstos, quizás no tendrían que existir para hacer uso de la “plena libertad”. Pero los humanos, por suerte, tenemos sentimientos que, a veces, controlamos y otras veces no. Es inevitable que nos afecten las decisiones de los seres más cercanos.
Por otra parte, se transmite la decepción del padre por que su hijo no va a ser maquinista como lo fue su padre. Esta trama no tendría sentido si no estuviera arraigado el deseo de un padre de que su hijo siga la tradición familiar. Y esto, lo reconozco, me disgusta. Hay miles de jóvenes limitados por la familia. La familia debería ser un apoyo, no una carga. Claro está que el comercial ocurre en un contexto donde los tiempos avanzan y los trenes pueden perder cuota de mercado frente a los transportes aéreos. Pero, aún así, no habría surgido tal comercial si no existiera tal deseo (¿humano?) de conservar el gremio familiar.
Imagino que no son pocos los jóvenes que no han hecho lo que realmente querían por seguir con el negocio o la tradición de los padres. Y es una pena, pues nadie debería condicionar la vida de los demás. Y un padre o una madre tendrían que animar a sus hijos a que trabajen en lo que les gusta. Es común que un hijo estudie derecho porque su padre es un abogado que está posicionado en el sector y quiere que su hijo lo suceda. A veces, es el hijo que, por pura comodidad, acepta y se somete a dichas condiciones. Otra veces, la misma educación que imparten los padres no deja lugar a que los hijos piensen por sí mismos y decidan qué hacer con sus vidas. Y yo opino que no hay que olvidar que los hijos empiezan siendo personitas y terminan siendo personas, libres y con plena capacidad para decidir.
¿Habeis visto para cuánto da un anuncio que dura menos de un minuto? …
Foto: santinet