Esta mañana tuve que ir al centro de Palma. Ya sabéis que no me llevo muy bién con la “burrocracia”. Así que, una vez más, tuve que enfrentarme a ella. Pero bueno, no es ese el motivo del post de hoy.
Antes de empezar a ir de un lugar a otro (que podría ser una de las definiciones de burrocracia) pensé que sería bueno pararme a desayunar. Y se me ocurrió ir a un lugar al que voy a menudo y hasta hoy no me he preguntado porqué. Si lo hubiera hecho antes ya no iría más. El criterio básico de la elección se basó en la cercanía. Es decir, elegí el lugar que más cerca tuve en ese momento. Y no fue otro que la Croissanterie Mallorca, la de las avenidas.
Hubo unos años que iba cada día, ya que estudiaba delante de una de ellas. Cada mañana iba con los compañeros del instituto a tomarme mi café con leche y mi croissant. Era esencial para comenzar el día. Era un buén comienzo para lo duros que eran esos días de 6 o 7 horas de clase con pocas interrupciones de por medio. Hablo de mis años de bachillerato.
Unos años más tarde trabajé para la “explotadora” empresa mallorquina de Barceló. Duré los 3 meses del verano del 2006. Las oficinas dónde trabajaba estaban en el polígono de Son Castelló, concretamente en la calle 16 de Julio. Ahí, justamente, había otra Croassanterie Mallorca. Y me veía casi obligada a comer ahí todos los fines de semanas, ya que no me daban más de 20 minutos para comer y no tenía tiempo de ir a otro lugar. Fue en esa época cuando ya empecé a sospechar lo poco que les debían pagar a sus empleados, ya que sinó no era posible que el servicio fuera tan malo.
Hoy ya me di por convencida. No vale la pena ir a este lugar. El trato es pésimo. Tratan fatal a los clientes y se despreocupan por completo de que uno se sienta bien atendido. Me costó 15 minutos que me atendieran. Fui tonta de esperarlos. Cuando se dignó un camarero a venir y preguntarme “¿te atienden?” me puse roja de rabia. No sabía que soltarle. Así que me limité a contestarle con cara de “¿Tú que coño crees?” un “no” suficientemente seco. Me tomó nota. Le pedí un cortado (con poca leche) y un croissant (caliente). Os prometo que me trajo de vuelta un café con leche (no un cortado) más bién tirando a beige (no con poca leche) y un croissant más duro que una piedra. Con ese panorama me indigné aún más de lo que ya estaba. Llamé al camarero y me ignoró un buén rato, así que me levanté y fui a la barra dónde pregunté que me cambiasen el café con leche por un cortado con poca leche y el croissant duro por uno caliente y a poder ser del día. La chica me miró raro pero al final me lo cambió. Decidí pagar ya directamente en la barra. Pensé que sería lo más rápido. Y supongo que lo fue.
Así que me costó 2,75 euros y 45 minutos tomarme un cortado y un croissant. Perdí el tiempo y no disfruté nada de mi desayuno. He decidido no volver a este lugar. Y prometí esta mañana que escribiría la crítica. Si consigo que , al menos, una persona deje de ir a este lugar ya me daré por satisfecha. No es la primera vez que oigo hablar mal del personal de esta esmpresa y tampoco es la primera vez que me lo demuestran los mismos empleados. Me llama la atención que en su penosa página web publiquen como objetivos “garantizar un excelente producto, un buen servicio y un ambiente acogedor”. No coinciden sus ideales con la realidad. Quería dejar constancia y eso es todo por hoy.
Foto: Julie 70