Hace ya tiempo, una buena amiga, a la que confieso echar de menos, me comentó lo entretenido que resultaba observar los productos que escogían las personas en un supermercado. Acto seguido de haberlo comentado, me propuso que hiciera de su idea un post. Desde entonces me ronda la idea de escribir sobre eso. Y como estoy en una etapa de mi vida en la que intento cumplir con todo casi todo lo que me propongo, hoy he buscado un hueco para quitar un poco de peso a mi checklist personal.
Resulta que mientras una está esperando en la cola del supermercado para pagar, puede entretenerse observando la cesta que tiene delante. Y si una goza de un poquito de imaginación, puede resultar hasta divertido imaginar qué persona se esconde detrás de cada cesta. Una puede deducir si la persona tiene pareja, si vive sola o en familia, si tiene hijos o qué ritmo de vida lleva.
Ya sé que puede parecer prejuicioso y quizás lo es pero, al fin y al cabo, no es más que otra manera de entretenerse y poner a prueba nuestra imaginación. No hay que olvidar que se trata de un juego sin intenciones de ofender ni juzgar a nadie. Solo se trata de imaginar. Empecemos.
Existen muchas variables a considerar. Yo he escogido las 4 que he considerado más relevantes. Lo explico a continuación:
1. Contenido de la cesta.
La variable más obvia a considerar es el contenido de la cesta. Solo con detectar qué hay dentro de la cesta ya podemos intuir el perfil de la persona que la sujeta. De hecho, si no tuviéramos a la persona delante posiblemente podríamos llegar a adivinar el sexo y la edad aproximada. La cuestión es que esa información ya la tenemos, con lo que tendremos que intentar descubrir otros aspectos, menos visuales, en base a los productos elegidos para llenar la cesta.
De forma rápida podremos saber si esta persona es reacia o no al alcohol. Si no lo es, dependiendo del tipo de la bebida espirituosa que se encuentre en su cesta, intuiremos ciertos hábitos. No es lo mismo pillar cada semana el pack de 6 o 12 cervezas (marca blanca) que escoger una diversa y estudiada selección de cervezas artesanales. Seguramente el segundo perfil nos demuestra que tiene más aires sibaritas y que valora por encima de la cantidad la calidad. Ese hecho podría determinar también que goza de un mayor poder adquisitivo que el que opta por el pack.
Dejemos el alcohol al margen y fijémonos en si la persona ha comprado fruta y verdura fresca o si, por lo contrario, ha llenado la cesta de comida pre-cocinada o congelada. En el segundo caso, podemos deducir que es una persona que cuenta con poco tiempo para dedicar a las artes culinarias. Con lo que podría ser un joven trabajador y de un poder adquisitivo medio, ya que si fuera alto posiblemente optaría por pedir comida a domicilio cada día y, si fuera bajo, pasaría a recoger el tupper de casa de sus padres. Si por el contrario observamos que parte de la cesta está compuesta por productos frescos, puede llevarnos a pensar que es alguien que tiene tiempo para cocinar y que le gusta cuidarse.
En este apartado también podemos observar la cantidad de unidades que hay de cada producto. Es decir, no es lo mismo pillar una lata de atún pequeña e individual y de 80 gramos que pillar la mega lata de 900 gramos. Obviando que existen yonquis del atún, el resto de personas que, por ejemplo, vivan solas optarán por las latas pequeñas. He aquí otra pista: los que optan por la lata grande, posiblemente no vivan solos.
En el mismo sentido de lo que se comenta en el párrafo anterior y basándome en mi propia experiencia (de mujer soltera compartiendo piso), quería aprovechar la ocasión para posicionarme y defender a los que hacemos la compra para nosotros mismos. Nos es muy útil encontrar productos en formato individual. No nos gusta que nos obliguen a comprar bolsas de lechuga enormes y condenarnos a ver cómo se pudren en nuestra nevera. Tampoco necesitamos comprar 4 cebollas envueltas en una redecilla, preferimos que exista la opción a llevarnos una sola. Por no hablar de las ofertas 3×2: la segunda y tercera unidad nos resbala, para nosotros no existe. Por lo tanto, no es indiferente que la segunda y tercera unidad esté a mitad de precio. Pero bueno, esto solo es una frustración de carácter personal relativa a lo que yo llamo optimización del consumo individual de alimentos. No tengo ni tiempo ni espacio para comer más. Así que, directores de márketing de supermercados, por favor, ajusten, adapten y personalicen las promociones para este, cada vez más grande, nicho de mercado al que pertenezco.
2. Forma de pago.
También podríamos considerar el modo de pago. De momento las formas de pago aceptadas son mediante tarjeta de crédito o débito o pago en efectivo.
No sé muy bien porqué pero tiendo a pensar que las personas mayores realizan más pagos en efectivo que las más jóvenes. Quizás me baso en mi propia experiencia que, como persona joven que aun me considero, casi siempre pago con tarjeta (sea cual sea el monto). Además, en contraposición a como soy yo, también imagino que las personas que pagan en efectivo son organizadas y tienen tiempo para estimar cuánto sumará el tiquet de la compra. Yo soy de las que se va al supermercado a por una barra de pan y vuelve con comida suficiente para 2 semanas, ya sea por antojos repentinos o por ese sentido de la previsión que a todos nos viene en algún momento mientras paseamos por el supermercado. En fin, que me resulta imposible predecir cuánto me voy a gastar y por eso no intento si quiera calcularlo.
De ahí deduzco que las personas que pagan en cash son más responsables, buenas administradoras y más fieles a sus necesidades reales. Esos adjetivos suelen definir mejor a las personas mayores más maduras. De ahí viene mi deducción.
3. Franja horaria.
Otra variable podría ser la franja horaria en la que esa persona decide ir a hacer la compra. Si obviamos los tiempos que corren y que la tasa de paro juvenil en este país ronda el 40% (según datos del diario Expansión), podemos suponer que gran parte de las personas jóvenes trabajan por las mañanas. Podrían trabajar por las tardes, o los fines de semana sí, pero limitémonos a pensar que trabajan de lunes a viernes de 9.00 a 18.00. Si así fuere, podríamos deducir que las personas jóvenes y trabajadoras frecuentan los supermercados una vez han cumplido con su horario laboral. Entenderemos así que los que lo frecuentan por las mañanas son personas más mayores (jubilados) o jóvenes sin trabajo.
Existe también el perfil de persona, da igual la edad que tenga, que lo hace todo a última hora y pone de los nervios a la cajera que ya solo puede pensar en cerrar caja e irse a casa. Este perfil lo adjudico a los más despistados y, en ocasiones, poco empáticos con los demás. Este perfil no responde a una edad en concreto y tampoco al sexo ni al estatus.
4. Tipología del supermercado.
Está claro que no todos compramos en Mercadona. Hay gente que elije el supermercado del Corte Inglés y hay otra que opta por el Lidl o similares.
Entre otras cosas, la elección del supermercado puede darnos a entender la zona donde vive esa persona. Es decir, un criterio de elección del supermercado podría basarse en la cercanía que éste esté del hogar en el que la persona reside.
Cierto es que el supermercado que uno frecuenta también puede dejar ver el estatus social que tiene. Evidentemente, hay gente que no se puede permitir hacer la compra de forma asidua en supermercados de gama alta. También hay personas, más tiquismiquis (la RAE me lo ha dado por válido) que prefieren comprar diversos productos en diversos supermercados. Me explico: los hay que deciden comprar la leche en un sitio, la carne y la verdura en otro y las cosas dulces en otro supermercado diferente. Para gustos, colores.
El tipo de supermercado también podría delatarnos si la persona que se esconde tras la cesta sufre alguna posible intolerancia. Conozco algunos celíacos que optan por hacer la compra en el Mercadona por su diversidad en productos sin gluten. Incluso podríamos deducir algunos hábitos alimenticios específicos, como por ejemplo si la persona que se encuentra detrás de la cesta es vegana o vegetariana. Por ejemplo, muchos de ellos frecuentan el Aldi ya que es conocido por sus productos “bio”.
En definitiva, para conocer a la persona que tenemos delante en la cola del supermercado basta con que ésta sea lo suficientemente larga para tener tiempo de relacionar los productos que consume, verificar qué forma de pago utiliza, observar a qué hora decide adquirir los productos que necesita y ubicar en qué supermercado se encuentra. Considerando estas cuatro variables y cruzándolas ya tenemos material suficiente para dar rienda suelta a nuestra imaginación.
Como ya he dicho antes, existen muchas más variables a considerar. Acepto nuevas consideraciones y agradezco, a esa amiga que me dio la idea, el ahorro de aburrimiento que me supone ahora hacer la cola en el supermercado.
Imagen: francois karm