Últimamente ando jugando a “querer ser funcionaria”. Y en realidad, me pregunto por qué. Supongo que en estos “malos momentos” una se aferra a lo más seguro, a lo más fácil, que es optar a un trabajo de por vida. Es lo menos emocionante que existe y, posiblemente, lo más desgastador. Siempre critiqué ese tipo de trabajo, pero me queda la esperanza de que, al menos, de un funcionario salga algo provechoso. Y supongo que creo que yo podría formar parte de esa esperanza y hacerla real. Siempre que aprobase…
Soy quejica, lo sé. Me quejo mucho y puedo llegar a ser insoportable. Me indigno fácil y me tomo muy mal las críticas. Muchos comentarios me los llevo a mi terreno personal. Lo reconozco. Pero, hoy, vuelvo a tener razón con estas personitas llamadas “funcionarios”. Hoy topé con unos cuantos y aún no sé cuál fue el más desagradable.
La primera parada fue en el Registro del Ayuntamiento. Ahí tenía que entregar lo que serían “mis méritos” en caso de aprobar el exámen y la solicitud para poder examinarme. Fui, cogí número, hice la cola y, finalmente, me atendieron. Me atendió una mujer extranjera con nociones de catalán. Me habló castellano, lo que me hizo, de primeras, girar mi lengua y responderle en el mismo idioma en el que ella me hablaba. Cuando ya vi su nivel de “bordería” decidí seguir la charla en mi dioma, el catalán. Le recordé que estaba en mi derecho de ser atendida en dicho idioma y se vió obligada, esta vez, a cambiar ella la lengua. Yo le hice preguntas de las que, obviamente, no conocía la respuesta y me trató como a una niña imbécil y estúpida. Respiré y seguí haciendo preguntas, ya que para eso está el servicio de atención al ciudadano. La cuestión es que no aclaré nada porque la mitad de las respuestas, además de ser contestadas con poca educación e interés, eran incompletas. Así que me levanté de la silla y salí de la dichosa oficina habiendo perdido hora y media de mi complicada mañana y sin haber cumplido mi objetivo: entregar los papeles.
Entre otras cosas, para poder demostrar que he trabajado un año de mi vida para el Ayuntamiento de Palma, necesitaba un informe de mi vida laboral. Eso significa que debía solicitarlo. De hecho lo solicité ayer con los patéticos medios administrativos que hay a la disposición del ciudadano en internet. No obtuve respuesta alguna aunque así me advirtieran que debía ser. Ni un mísero justificante en el que constara mi solicitación. Por eso, hoy, también tuve que ir directamente a personarme en la Seguridad Social. Y, como no, la funcionaria volvía a ser una pesada. Me explicó que “estas cosas” no se dan de un día para otro. Yo entiendo que lo habitual es que se tarden una semana (mínimo) en entregar al ciudadano dicho informe. Pero, previamente, había llamado a un número de información dónde me afirmaron que, si podía justificar los motivos de mi urgencia, lo podría obtener el mismo día. Entonces le informé de eso, mostrándole mi justificación, y cambió el cantito, también en castellano. Así que me explicó una incómoda manera de hacer el trámite y poder así obtener, por fin, el informe el mismo día. No sin antes cuestionar mis prisas.
En fin, que la mañana de hoy no me sirvió más que para informarme de mala manera de cómo, cuándo y dónde se deben entregar los requisitos para presentarme a un concurso para, algún día, llegar a ser como ellos. Mañana tendré que volver, ya que cuando tuve todo listo, el Ayuntamiento ya cerraba sus puertas y con eso no podía obtener el formulario que entregan para realizar el pago en el banco (Sa Nostra o La Caixa) Es un poco triste, lo sé. Espero mañana liquidar el tema.
No quiero llegar a ser una amargada laboral ni llegar al trabajo con esas caras largas y ese mal humor que caracteriza a muchos funcionarios. Yo quiero un trabajo activo, que me guste y que cada día sea distinto. Por eso, si algún día llegara a entrar en este mundo de “trabajo” para el Estado, prometo no estancarme ahí y seguir buscando mis ideales, quizás, más tranquila debido al injusto sueldo eterno.
Yo apoyaría una reforma de este sistema. Buscaría un método más efectivo y con más control. Los empleados públicos deberían pasar por unas pruebas cada “x” años. Mientras siga así este sistema, no habrá quién los motive a hacerlo mejor. No se puede ver como se chupan el dedo las personas que están al mismísimo servicio de los ciudadanos. Es una vergüenza. La Constitución y las leyes subordinadas a ella no paran de recordar todos los derechos que un ciudadano tiene y es, precisamente, desde ahí arriba quienes no los facilitan ni los aseguran. Si lograse una plaza aseguro que mi objetivo sería trabajar para que se mejore el trato directo e indirecto con el ciudadano, para que se escuche a la gente y se tenga en cuenta la opinión de todos, para hacer real la igualdad y no discriminar por edad, sexo o raza.
Foto: julianacunha