Esta tarde de nubes estuve escuchando a Los Bunkers. Me pase gran parte de la tarde frente al escritorio, frente a la pantalla. Las melodías “bunkeras” me hicieron recordar momentos de mi primera adolescencia. Ya pasé la segunda y me encuentro exactamente en mi tercera adolescencia. Espero luego ya volverme adulta, de una vez. O no. Recordé momentos jóvenes. Ingenuos. Impulsivos. Especiales. Volví a pensar que mi pasado es un videoclip donde yo soy siempre la única protagonista. Y me metí en una antigua nube.
Me vino a la mente esas tardes de sábado que me pasaba encerrada a la habitación. Mirándome al espejo y decidiendo que pantalón me iba a poner hoy. Descartando las camisetas que no conjuntaban. Escuchando música con la ventana abierta para que todo el mundo escuchara y supiera que ahí estaba yo. Esperando la llamada de algún amigo diciéndome que estaba listo para salir.
Recordé esas complicidades con mis amigas. Secretos y planes maquiavélicos. Largas risas. Interesantes quedadas para tomar café. Lo que era un café pronto se convirtió en ir a tomar unas cañas. Ahí supe que empezaba mi segunda adolescencia. Cuando empezó a crecer nuestro presupuesto mensual, salíamos a cenar y tomábamos vino. También sabíamos aprovechar el día. Pasábamos largas horas en la playa. Nos bronceábamos y nos hacíamos peelings con la arena. Jugábamos a las raquetas y hablábamos de lo que íbamos a ser de mayores y de todos nuestros buenos propósitos para la semana.
Otras veces salíamos por el centro. A pasear y a ver tiendas. A veces tomábamos un helado. También nos gustaba ir al cine. Solíamos coincidir con la peli. Y comíamos palomitas (cabritas en Chile, y no se rían). Otras quedadas eran solo para “hacer de mujeres”. Poníamos incienso y nos hacíamos mascarillas. Nos teñíamos el cabello y la más loca se atrevía a cortárselo. Quedar al salir del cole para ir a la casa de la otra era un plan genial. Al menos diferente al de los otros días. Además, siempre que iba a la casa de otra amiga había algo rico para merendar. Nocilla, bollycao, quelitas con chocolate, cocacola.
Nunca fui consciente de lo especial que eran esos momentos tan sencillos pero tan dulces. Y ahora al recordarlos me doi cuenta de que los momentos especiales salen cuando menos te lo esperas. Cuando no planeas que sean especiales. Y recordar esos momentos es lo que podríamos llamar nostalgia meláncolica. Y lo curioso es que estamos constantemente creando momentos de este tipo sin darnos cuenta. Ésa fue mi refelexión de la tarde. Cosa sencilla pero quedé satisfecha.
Ei! hola!! S’altre cap de setmana, de casualitat vaig topar-me amb ton pare, fan una exploració de mines antigues pes Pla de Mallorca i ens vàrem topar a ca nostra. Quan el vaig veure, no el vaig reconèixer però la seva fesomia m’era familiar, i vaig estar molt contenta quan vaig descobrir qui era! Me va comentar que ets per Chile, uau! Tenc ganes de saber més coses de tu, que ens podem en connatce, d’acord? aquest és el meu correu: estelrich_@hotmail.com. Bé, perdona… no t’he dit qui soc… soc na Marina Mas Estelrich, que vàrem estudiar plegades a s’Annexa. Una besada, fins aviat!
te quiero