Empieza otro enero, otro pálido y frío enero. Empiezo el año con diarrea mental, con un resfriado de dudas y con una fiebre de contradicciones, eso sí, pudo empezar mucho peor. Es mi manera de ser un poco más positiva de lo normal. Se vinieron las campanadas más cortas, para mi, de todos los tiempos. Me faltaron abrazos y números a los que llamar para desear un feliz año. Me sobraron escusas, quejas y lamentos.
Pero aún así no rechazo, para nada, este año 9. Se viene cargadito, cargado de lo bueno y de lo malo. Este año es como cuando te casas, es un año para lo bueno y para lo malo. Pero me transmite buenas vibras que sea impar. Siempre me gustó el 9, no intuyo que vaya a ser un mal año. Sospecho que será un año honesto e innovador. No será como los otros. Este va a tener que ser especial.
Pues será mi primer año de muchas cosas y creo que no puedo permitirme recordarlo malo cuando en un futuro piense en él. Así que tendré que cuidarlo y mimarlo un poco para que no se me escape de las manos. Habrá que reparar algunas pequeñas grietas, hacer alguna obra interna y apagar las luces de emergencia. Tendremos que colgar la bandera verde para dar paso a lo que venga.
También deberé destruir algunas cajas antiguas colgadas en mi desván. Habrá que quemar algunos hábitos y repoblar rincones que algún día abandoné. Este año me toca sembrar mi primer árbol y me toca aceptar que quizás yo no podré disfrutar de su fruto. Año 9, que así sea.
Foto: Julianrod