Últimamente he sentido la necesidad de analizar mis costumbres, mi cultura, mi carácter y mis maneras. He sufrido una especie de crisis existencial, larga y dura. Me he cuestionado cosas que nunca sentí la necesidad de cuestionarlas. Me conformaba pensando que era lo normal habitual, fuera bueno o malo. Estoy en el punto en el que no mido la normalidad y tampoco la cuestiono. Estoy tratando de eliminar esa palabra de mi vocabulario, pues es vaga y no sirve para mucho.
La gente es lo que hace, de esto estoy segura. Todos somos lo que hacemos y lo que estamos acostumbrados a hacer. Si dejamos de hacer ciertas cosas, cambiamos, pero seguimos siendo lo que hacemos. Por lo general, una persona está marcada por su pasado, sus costumbres, su orígen. Es difícil renegar a eso. Y eso es lo que nos forma, lo vivido. Finalmente, cuando morimos, hemos sido todo lo que hemos vivido. Y en ese punto, de la muerte, empezamos a ser muertos, pues lo que hacemos es eso: estar muertos.
La cultura de mi isla me ha marcado mucho, para bién y para mal. Hay unos rasgos, más o menos, comunes en esta suciedad sociedad isleña. Y són rasgos lógicos. La isla es un pedazo de tierra “aislado” y con menos comunicación con el exterior. En mi caso, se trata de una isla pequeña. Se trata de un lugar dónde casi todo el mundo se conoce. Desde pequeña he tenido que seguir un protocolo delante de los demás. Los más allegados tratan de protegerte de manera que nunca creces, de manera que escondes las cosas malas y sólo muestras las buenas. Llegamos a un punto que no sabemos mostrar las cosas malas. Mi aprendizaje ha sido perturbado, no ha seguido el camino natural. Lo comparo a la película The village.
La sociedad de esta isla se enfoca a “los demás”. Todo se hace para los demás. Dar buena imagen es uno de los objetivos. Quedar bién es un valor muy alto aquí. Agradecer todo lo que se nos ha sido dado también es muy valorado. Los isleños tratamos de dar todo lo que podemos, eso sí, no damos nada gratis. Lo damos esperando algo a cambio, quizás, una pequeña recompensa. Uno se acostumbra a eso hasta verlo normal habitual. Yo soy capaz de criticarlo, pero en el fondo, funciono igual. Espero que se me agradezca lo que hago. Espero que se valoren mis actos.
Podríamos decir que es una sociedad cristiana. Seguro hay pocos creyentes, pero pocos se atreven a reconocerlo. Creen que el cura los mirará mal. En la iglesia, cuando esas señoras de vestidos de flores horrendos reparten la cestita para que los asistentes suelten su limosna, te miran con rencor si no dás nada. Esas mismas señoras són las que también te miran mal si no cantas el credo, pues ellas lo cantan bién alto para que el cura sea consciente de su presencia. En el momento de darse la paz ellas són las primeras, hipócritas, en girarse y darte la mano. Yo creo que defintivamente no creo en la iglesia ni en el el Diós cristiano. Y cada vez que voy a misa, lo confieso… Aún así, más de uno se encarga de que me sienta culpable de dichoso pensamiento.
La culpabilidad es otra palabra que quiero borrar de mi vocabulario. La isla goza de un ambiente culposo. Todos somos constantes pecadores y nos sentimos culpables de todo. Así se siente mucha gente acá. Nos sentimos mal por olvidar un cumpleaños, nos sentimos mal por comer demasiado, nos sentimos mal por no poder quedar a las 5, nos sentimos mal porque fumamos… Todo nos sienta mal. De hecho, una frase muy mallorquina es “me sap greu” (alias: me sabe mal). Usamos esa frase de un modo abusivo y ya ofensivo para mi. No nos dejamos en paz los unos a los otros y nadie nos deja en paz a nosotros. No nos permitimos ser libres. Sómos, en parte, una sociedad esclava de las formas y los modales. Sómos, en parte, hipócritas.
Cuesta mucho llegar a ser consciente de todo esto. Yo intento plantearme si puedo ser de otra manera . Y en las cosas que no me gustan o que, simplemente, me hacen sentir mal, trato de cambiarlas en la medida que me lo permito y/o me lo permiten. Quizás por un shock cultural, termino ahora replanteándome cómo y por qué soy así. Sin embargo, no dejo de sentirme culpable por divagar sobre mis orígenes.
Foto: racatumba
Saludos, acabo de descubrir tu blog a traves o desde turismo 2.0
Menudo post que acabo de leer.
Y menudo comentario… 😉
Saludos!!
siempre quise decir lo que explicas sin herir sensibilidades ajenas. Lo conseguiste, creo que en mi caso estoy demasiado enfadada para llegar al equilibrio entre las palabras y las emociones. Enhorabuena, me encanta esta entrada.