Dime con quién andas y… si está bueno me lo mandas. Así evolucionó el refrán en mi etapa de adolescencia. Posiblemente, en esa época, tenía más sentido para mi que la segunda parte del refrán fuera la que era. Ahora, vuelvo a las andadas y me quedo con la primera versión: “dime con quién andas y te diré quién eres”.
Hoy, paseando por Palma y siguiendo al mismo tiempo el ritmo que me marcaba mi mp3, me dediqué a observar las nuevas “tendencias”. Y menudas tendencias… El motivo de mi paseo eran las rebajas. Concretamente lo que me llevó a caminar por las calles de Palma era la búsqueda de algún jersey que cumpliera las siguientes condiciones: cuello redondo (odio el cuello de pico), liso (no suelen gustarme los estampados que vayan más allá de meras rayas), caliente (en invierno tiendo a buscar eso) y con las mangas a mi medida (odio los jerséis que me dejan medio brazo fuera). Os adelanto que no encontré lo que buscaba y considero que no era tarea tan difícil de conseguir.
Las nuevas tendencias no toleran el tipo de prenda que acabo de describir. Entre tiendas que no respetan las tallas de las que no somos 90-60-90 y entre esta nueva moda de fabricar jerséis de manga corta, resulta casi imposible encontrar un simple jersey “de los míos”. Me probé unos cuantos. Uno tenía las mangas que me llegaban a los codos, otro era literalmente de manga corta. Otro que me probé cumplía el requisito de las mangas pero el tamaño del resto no permitía ponerme una camisa o camiseta debajo y, otra cosa que no me gusta, es llevar un jersey a flor de piel. Necesito un intermediario entre el jersey y mi piel. Me probé otro pero cuando pedí a la dependienta si tenían una talla menos, me dijo que era la más pequeña y que, por cierto, no era un jersey, sino un vestido. Me quedé a cuadros o, quizás, a rayas.
A pesar de lo que me he alargado en esta primera parte del post, no me he sentado a escribir sobre tendencias de moda, sino sobre tendencias de compradores, concretamente, de compradoras.
Las tiendas de moda para los que no superamos aún la etapa mileurista, están totalmente segmentadas. Éstas se podrían dividir bajo el criterio del público al que van dirigidas. La cosa quedaría así: adolescentes sin independencia económica, adolescentes con independencia económica y adultas o adolescentes que van de adultas con independencia económica, o no. Os adelanto que yo frecuento todas estas tiendas ya sea por falta de alternativas como por limitaciones económicas.
- Adolescentes sin independencia económica.
En este grupo entran las tiendas que se enfocan al público adolescente más joven que me imagino debe comenzar a partir de los 12 años. Se trata de tiendas que ofrecen prendas de ropa de baja calidad y muy baratas pero tienen la capacidad de marcar tendencias y de influir en su público objetivo de una forma notoria.
Al entrar en este tipo de tiendas, se respira un ambiente inquieto y poco relajado. La música suele estar muy alta. Las dependientas evitan al máximo el trato individualizado con el consumidor que, en este caso, no siempre es la adolescente sino también su madre. Las dependientas son, por norma general, menores de 23 años y sus medidas llaman la atención a cualquier niña de 12 años que, en algunas ocasiones, no aspira a más que a conseguir esas mismas medidas.
Algunas niñas, más rellenitas, no pueden frecuentar estas tiendas. Dudo que fabriquen la talla 42, medida que nos han hecho creer que es el máximo a dónde se puede llegar. Es triste y ojalá fueran otros aspectos los importantes a medir.
- Adolescentes con independencia económica
Éstas adolescentes son las que, desde muy jóvenes, han dejado de estudiar y se han puesto a trabajar. También entran en este grupo las conocidas como “niñas de papá”, es decir, de buena familia.
La cuestión es que por la razón que fuere, cuentan con su dinerito y se pueden permitir comprar unas cuantas prendas al mes.
Son tiendas con precios, en general, asumibles y sus prendas no pueden presumir de calidad alta. Mantienen la música a un volumen aceptable y cuentan con más variedad en cuanto a sus prendas.
- Adultas o adolescentes que van de adultas con independencia económica, o no.
En este tipo de tiendas, se aprecian diseños más exclusivos y no tratan de vestirnos a todas iguales. Tienen variedad de diseños y precios. El número de prendas que fabrican es limitado y eso permite que solo unas cuantas lleven tal prenda, con el fin de que no todas compremos el mismo abrigo. Las dependientas son un poquito más amables que las anteriores, posiblemente debido a que su sueldo debe ser un poco más elevado. Y es que parece mentira que en el sector servicios aún no se den cuenta de que a mayor sueldo, mejor trato. Obviamente, el mejor trato tiene un precio que repercute en el monto final que paga el consumidor.
Con esta clasificación que acabo de realizar no pretendo ofender a ninguna compradora. La crítica es directa a la filosofía de las tiendas que, a menudo, nos tratan como borregos y nosotros obedecemos a ciegas, cayendo en tendencias que no siempre son saludables ya sea por lograr meterse una 36, como por agarrarse un resfriado por andar con jerséis de lana manga corta.
Foto: Fatorestilo