Hubo un momento ayer, dónde me di cuenta de que estaba ocurriendo uno de esos instantes en que uno se siente, inconscientemente, bien. Se trata de la vuelta a casa. Más de una mañana, antes de empezar la jornada laboral, me anima pensar en el camino de vuelta del trabajo a la casa.
Es un momento que, cuando ocurre, pocas veces soy capaz de valorarlo porque ya termina el día y estoy demasiado cansada para disfrutarlo como se merece. Y en realidad es uno de los mejores momentos del día, pues te sientes realizada por haber pasado un día más sintiéndote útil en este mundo.
Se trata de un momento en el que ya has terminado con todos tus deberes y obligaciones, solo queda disfrutar de tus derechos. En parte, es gratificante dejar lo bueno para el final.
El otro día, en clase, hablábamos de los “momentos de la verdad”. Éstos, son momentos críticos en los que el cliente interactúa con la empresa y nada puede fallar. De lo contrario, se rompe la cadena y se tira todo el proceso a bajo. Son como momentos clave en el que uno tiene que estar avispado.
De esta manera, yo creo que se deben aprovechar esos momentos, tanto en el ámbito personal como en el empresarial. Si uno no aprende a disfrutar de esos pequeños instantes dónde uno se siente feliz de haber logrado objetivos, se romperá la cadena de la felicidad. Pues de estos diminutos instantes, está formada la felicidad. De ahí la frase de “La felicidad se encuentra en la sala de espera de la felicidad”…
yes we can 🙂