Hace poco más de un año escribí sobre las características de los peatones de la ciudad dónde estaba viviendo, Talca. Hoy, escribo sobre los conductores de la ciudad dónde estoy viviendo, Palma. Digamos que, ahora, entiendo porqué no me gustaba nada manejar en Talca. Y es que el peatón talquino tiene la personalidad del conductor palmesano.
En Talca podríamos decir que el peatón manda. Aquí, sin duda, manda el conductor, quizás, porque hay muchísimos más vehículos. En esta ciudad hay, definitivamente, demasiados coches. A pesar de que opino que se exige un aprendizaje estricto para poder conducir (comparándolo con otros lugares), se hace difícil manejar bién con tanto tráfico. Mi profesor de la autoescuela empezó la primera clase diciéndome: “Lo difícil no es conducir, sinó circular”. En el momento que me lo dijo yo solo pensaba en sentarme al volante y meter primera, pero ahora entiendo el significado de esa frase y coincido con ella.
Hay que tener en cuenta que, encima, en verano contamos con el extra de los alquileres de coches de los turistas y, aunque este año los rent a car tienen menos vehículos, igual se nota en el tráfico.
El conductor palmesano es atrevido y en ocasiones poco responsable. Recién algunos descubren esa cosa llamada intermitente. Y aunque ya, algunos, hayan descubierto la función de dichas lucecitas naranjas “intermitentes”, són pocos los que las usan. Y os aseguro que es importante hacer uso de ellos con la inmensa cantidad de rotondas que goza esta pequeña ciudad.
Otra cosa que deberíamos usar con más frecuéncia són los espejos, los retrovisores. El conductor palmesano se cree el amo de la pista (el único amo de la pista), con lo que olvida mirar si viene alguien por el otro carril antes de adelantar. A mi me parece de lo más indispensable para manejar tener en cuenta los espejos, pues són ojos, y ya que los dos que tenemos no són suficientes para conducir se hace necesario el uso de estos.
Otra cosa que me cabrea un poco es cuando un coche anda en el carril de aceleración para introducirse en la autopista y los coches que vienen de la autopista y se encuentran a la altura aproximada del que entra les da por acelerar para hacer notar “su poder” por estar en el carril que están. Otros són más indecisos y nunca saben si acelerar o pisar el freno. Mientras se lo piensan, el del carril de aceleración se vuelve loco tratando de prever lo que este hará.
En fin, habrá que meter más caña al transporte público ya que sinó entramos en peligro cada vez que cogemos el coche. Ojalá algún día llegue a funcionar el transporte público y prescindamos más del coche particular. Así contaminaremos menos, tendremos menos gastos y no perderemos tiempo buscando un sitio para aparcar nuestro coche. La EMT nos lo explica muy bién a pesar de que ellos mismos no cumplan con los objetivos que se han propuesto.
Foto: Xabier. M