Después de un día, considerablemente, 2.0. me retiro pensando en si el nombre es importante. Unas amigas y yo estamos a punto de lanzar un proyecto que tenemos en mente y, entre otras cosas, incluye la creación de un blog. El nombre del blog ya está pensado y acordado.
Hace unos minutos, mientras me disponía a editar la plantilla, me he puesto a pensar en este nombre pactado. ¿Me convence?, ¿Va a gustar?, ¿Se entenderá? Me han venido estas preguntas a la cabeza. Y me cuestiono si el nombre es, realmente, importante o no. Quién iba a decir que tendrían éxito algunas de las herramientas “dospuntocero” de nombres, casi, impronunciables.
Si llevo mi duda al terreno personal, con los nombres de personas ocurre lo mismo. ¿Porqué me gusta el nombre Sofía? A parte de su significado (sabiduría) y su evidente relación con la filosofía y mi vínculo con ella, posiblemente es porque he conocido personas que llevan este nombre y me han provocado admiración o, simplemente, me han hecho sentir bien mientras he estado a su lado. Un nombre bonito no sirve de mucho si la persona que hay detrás de éste no es atractiva e interesante. El nombre es necesario pero el nombre solo, sin más, pierde cualquier sentido. ¿ De qué sirve tocar a una puerta si nadie la abre? Por bonita que sea la puerta, en este caso, no sirve de nada.
¿Qué quiero decir con todo esto? Pues que, posiblemente, el éxito de un proyecto depende más del contenido, la utilidad y del grado de implicación que exista por parte de los creadores del mismo que de su nombre en sí. Con eso no niego que el nombre sea importante pero no lo es todo. Un buen nombre sin una buena gestión no sirve de nada. Por tanto, una vez más, hay que buscar el equilibrio entre forma y contenido y nunca olvidar éste último.
Foto: ruurmo